sábado, 23 de mayo de 2009

El poder detrás del trono




"Religio peperit scelerosa atque impia facta" La religión ha parido empresas pérfidas e impías.

Titus Lucretius Carus

El señor del retrato era el Obispo de Puebla, México allá por mediados del siglo XIX y respondía al nombre de Antonio de Labastida y Dávalos; en ese tiempo los indios zacapoaxtlas se rebelaron contra el gobierno al grito de ¡religión y fueros! Cosa que motivo una investigación para averiguar quién les había enseñado esos conceptos tan castizos y dado dinero para comprar armas.

Pues resultó que el que los mandó a la guerra no fue otro que Don Antonio que estaba muy interesado en que a la pobre Iglesia Católica, no le quitaran sus pocas tierras que poseían y que no sumaban más que la mitad de las propiedades inmobiliarias del país, ni que se metieran con sus diezmos obligatorios, ni con sus otros santos negocios.

El caso es que el gobierno no vio con mucha simpatía el hecho, e invitó al Sr. Obispo a darse una vuelta por Europa en calidad de exiliado, cosa que aprovechó nuestro sacerdote para irle a ofrecer la corona de emperador de México a Maximiliano de Habsburgo Archiduque de Austria. Así que Don Antonio regresó a México, y fue expulsado de vuelta cuando se le vino abajo el sueño del Imperio, por lo que hasta que Porfirio Díaz se vuelve presidente de México se le permite el reingreso.

Pues resulta que Porfirio Díaz estaba casado con una hija de su hermana, es decir con su sobrina carnal, algo que resultaba muy irregular, tanto así que le tuvieron que dar una dispensa para poder casarse por las leyes civiles. Delfina que así se llamaba su sobrina-esposa le había dado seis hijos, de los cuáles los primeros tres murieron a temprana edad, situación que ella atribuía a un castigo del cielo ya que vivía en pecado con su familiar; así que desde los primeros años de matrimonio se volvió algo beata para compensar el sentimiento de culpa.

Con su último parto Delfina tuvo muchos problemas, la niña se murió y a ella la desahuciaron por lo que mandó llamar a su confesor, que no era otro que Don Antonio Labastida, el cual no le ponía peros para que comulgara, pero le negó la extremaunción y le aseguró que se iba a ir derecho al infierno por vivir en pecado con un hombre con el que no se había casado por la Iglesia y que encima era su tío.

Delfina desesperada por la perspectiva del fuego eterno le suplicó al Arzobispo que la casara in articulo mortis, pero el obispo pidió antes de dar su decisión hablar con el presidente, al que le fue con la misma historia del pecado y la ira de Dios. Para no hacer el cuento largo el sacerdote aceptó bendecir la unión y darle pase automático al cielo a Delfina a cambio de que Don Porfirio renegara del juramento que hizo de defender la constitución de 1857 que claramente limitaba el poder de la Iglesia y la despojaba de sus canonjías. Díaz que al parecer si quería a su esposa y también era católico practicante no tuvo más remedio que aceptar y hasta lo puso por escrito.

Pues como decían al final de la película Casablanca, ese fue el comienzo de una buena amistad, en los siguientes veinticinco años de gobierno entre la Iglesia y Díaz se encargaron de darle marcha atrás a las leyes de Reforma que tanta sangre le había costado al país.

A ver Don Antonio, instigó una guerra civil, quiso regalarle el país a una corona extranjera cuándo no había pasado ni medio siglo de la Independencia de México, y se volvió con sus mentiras el poder detrás del trono para evitar que se le pusiera coto a los excesos del catolicismo. ¿Sabe qué? Se ganó la condenación eterna. 



2 comentarios:

  1. Hola, soy española y me gusta tu blog. Si te pasas por mi blog veras que tambien tengo unas fotos sobre la p...iglesia muy buenas.
    Un abrazo

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  2. Pues me encantaría visitar tu blog, pero como no tienes habilitado el perfil público no se puede acceder desde tu comentario. Por favor mándame un link.
    Saludos

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