En 1971 Eduardo Galeano publicó el libro “Las venas abiertas de América Latina”; en el que trataba deencontrar la razón por la que nuestros países se encontraban a la zaga con respecto a aquellos de los de población anglosajona. ¿El motivo era genético? ¿Estábamos condenados al subdesarrollo? Su respuesta –un ejercicio deslumbrante de investigación- considera los factores históricos que motivaron los fuertes rezagos que tenemos atendiendo a una circunstancia principal. Desde la conquista europea fuimos considerados como botín de la ambición de unos cuántos; en principio de los países colonialistas, y posteriormente de los imperialistas, por lo que el título del libro se refiere a la manera en que se nos ha venido sangrando de los recursos indispensables para nuestro desarrollo.
Sin embargo no podemos considerarnos víctimas inocentes, en el interior de nuestras incipientes sociedades hubo un número enorme de actores que; por ambición, torpeza, o malevolencia, contribuyeron a que se dieran las condiciones que permitieron que pasáramos de mano de un amo a otro. Sus acciones, aunque deleznables, pertenecen a las páginas de la historia. Sin embargo hay un elemento presente en nuestros países que desde el principio ha sido el factor que cataliza todas nuestras desgracias, la Iglesia Católica. Es un lastre para nuestro crecimiento, un cáncer incrustado en nuestras entrañas, un horror del que no podemos deshacernos. Cada país de América Latina lo sufre a su manera, yo que escribo desde México me propongo exhibirla desde nuestra experiencia, pero basta cambiar algunos nombres para extrapolar las consecuencias nefastas de su presencia a cualquier parte.
Un ejemplo; hace poco más de ciento cincuenta años se firmaron los tratados de Guadalupe-Hidalgo en el que se cedía por un pago irrisorio más de la mitad del territorio mexicano a los Estados Unidos de América. Esas tierras estaban en su mayoría despobladas por una sencilla razón. La iglesia católica no permitía la entrada a México más que de creyentes que vinieran a engrosar el número de sus fieles, en cambio en el norte, había permiso de que cualquiera que tuviera la intención de trabajar y tener un modo honesto de vida pudiera emigrar. Las consecuencias de ésta política fueron que en veinte años a partir de su independencia de Inglaterra, la población de los Estados Unidos se multiplicó por tres y la población mexicana se redujo, lo que propició la necesidad de expansión de un lado y el descuido de los territorios norteños del otro.
Asimismo en su momento la Iglesia pudo haber aportado los recursos necesarios para financiar la defensa del territorio nacional, o mover conciencias para hacer una defensa efectiva, pero como desde el principio; el único interés de esa institución es perpetuar sus canonjías y acrecentar su patrimonio.
Hace algunos años me hubiera parecido desfasado escribir sobre éste tema, pero a raíz de que entró al poder un partido de derecha se le dio juego político a algunas de sus facciones más retrógradas y cercanas a la jerarquía católica. Así nos pudimos dar cuenta de que en realidad nunca se han ido, que siguen buscando los mismos fines, y que son los mismos lobos con piel de oveja que han sido desde el principio. El interés de éste blog es rescatar algunos pasajes históricos y algunos momentos actuales para demostrar lo dicho.
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